Fue en Zahara de los Atunes, todo luz, blancura y paz. A ritmo languideciente, las olas se convierten en música. Es tiempo de atún y pesca de almadraba. Frente a esas puestas de sol inabarcables, los twitter, bits y blogs se vuelven más que insignificancias, estupideces del progreso.
Pero el domingo volvemos al wifi de nuestra realidad en Madrid. Y ahora lo estoy blogueando.
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