No soy muy amiga de los premios; lo cierto es que no me los suelo creer porque creo que a menudo hay intereses detrás.
Esta semana han entregado los premios Unicef 2008 y, repasando los premiados, reconozco que me he sorprendido positivamente por algún galardón que considero bien merecido:
A China Keitetsi, exniña soldado a quien conocí hace tres años, cuando vino a España a contar su historia y apoyar la campaña de Save the Children contra el uso de niños soldados. Me emocionó su fuerza, su verdad y su dedicación a la causa.
A Fabiola Sotelo, Directora General de Cooperación Exterior de la Xunta de Galicia, con quien también he coincidido alguna vez por circunstancias personales, porque sé que lejos de conformarse con asignar fondos y leer informes sobre lo que debería ser la cooperación, ha puesto todo su empeño personal y profesional en combatir la pobreza de las comunidades más empobrecidas.
A Javier Fernández Arribas y Miriam Noblejas, autores del informe Cómo informar sobre infancia y violencia, porque creo que su trabajo es muy necesario para mejorar la cobertura de este tipo de temas en los medios y sin embargo, pocas veces se ve recompensado con el interés de los periodistas, que no suelen tener tiempo ni ganas de consultar este tipo de publicaciones.
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